domingo, 2 de diciembre de 2012

Que deprisa pasa el tiempo






Tal día como hoy, hace ocho años, a las dos menos diez del mediodía, mi muñequita se decidía a dejarse conocer, adelantándose en diez minutos a las predicciones de sus tíos que me habían vaticinado que nacería el día dos a las dos y dejándonos a todos claro desde un principio que a ella nadie le dice lo que tiene que hacer.

Ahí estaba yo, totalmente perdida como madre primeriza que era, contemplando en su cunita de hospital a ese bebé que acababa de llegar a este mundo sin manual de instrucciones, totalmente agotada después de dos noches sin dormir, un día entero de contracciones y una matrona muy poco eficiente que en lugar de ayudar en el parto lo único que hizo fue entorpecer. Y aún así la primera noche la pasé sin pegar ojo por miedo a que a mi chiquitina le pasara algo. La veía tan pequeñita, tan frágil, tan vulnerable…




No terminaba de creerme que esa personita que dormía junto a mí fuera realmente mía, que esas piernecitas diminutas fueran las que me habían golpeado las costillas desde mi interior. Y es que sólo yo sé lo mucho que se han movido mis niños durante los embarazos.

Me parece increíble cuando algunas madres comentan que apenas notaron a sus hijos. Los míos pateaban por ellos y por todos esos que apenas se movieron. La gente me decía que hasta los cuatro meses no suelen notarse las pataditas, en el primer embarazo incluso más tarde. Yo estaba embarazada de poco más de tres meses cuando comencé a notar un revoloteo en mi vientre. Al principio pensé que serían gases o cualquier otra cosa, pero poco a poco era más frecuente e intenso así que no quedaba duda, era mi pequeñaja.

Sí, mi pequeñaja, esa que cuidó tan celosamente de su intimidad que no nos dejó conocer su sexo hasta el séptimo mes de embarazo, haciendo que su padre se llevara una pequeña decepción ya que él prefería que hubiera sido un niño. Lo cual no evitó que en nada y menos nuestro bichín se metiera a papi en el bolsillo.




Todavía recuerdo su primer pañal, ese que papá quiso cambiar muy voluntarioso para que yo no tuviera que levantarme de la cama. Por suerte en ese momento entró en la habitación una auxiliar y, viéndole tan hábil, se ofreció a cambiarlo ella. 

Quién iba a decirle a él que tan sólo veinte meses más tarde cambiaría el primer pañal de nuestro segundo hijo ya como todo un profesional en la limpieza de culitos de bebé. Y con el tercero ya fue pan comido, para entonces ya era capaz de cambiarlos con una mano y los ojos cerrados.

Y ya han pasado ocho años, ocho largos años desde ese momento tan indescriptible en que  por primera vez coges a tu hijo entre tus brazos y le aprietas contra tu pecho, en que ves su carita rosada, en que aspiras ese olor a nueva vida y te enamoras perdidamente de esa personita para siempre. Que deprisa se me han pasado.


                                                           ¡¡¡FELICIDADES PRINCESITA!!!




sábado, 24 de noviembre de 2012

Epidural, ¿necesitaré ponérmela?



Creo que más o menos todas sabemos lo que es la anestesia epidural, también llamada anestesia peridural. Se trata de la introducción de un analgésico en el espacio epidural, entre dos vertebras, bloqueando así las terminaciones nerviosas y anulando el dolor.




Pero no voy a entrar en detalles médicos. Sobre lo que voy a hablar hoy es sobre la duda que tenemos la mayoría cuando nos enfrentamos a nuestro primer parto, ¿me pongo la epidural? ¿Realmente la voy a necesitar? ¿El parto es tan doloroso como me han contado o voy a poder soportarlo?

Que el parto es doloroso no lo voy a negar. El periodo de dilatación será más o menos largo dependiendo de que sea tu primer hijo o tengas ya alguno, de cómo se presente la situación, de la posición del niño… Y lo mismo pasa con el dolor. Cada parto es completamente distinto. Incluso en una misma mujer cada uno de sus hijos le hará vivir una experiencia totalmente distinta y única.

En general pienso que le tenemos demasiado miedo al parto, a algunas mujeres casi diría que les provoca auténtico terror. Quizá sea por exceso de información, quizá porque las madres de nuestro entorno se empeñan en contarnos sus experiencias y complicaciones al dar a luz. Sin duda lo hacen con sus mejores intenciones, pero de esa manera lo que consiguen es provocarnos mayor inquietud.

El caso es que nos olvidamos de que nuestro cuerpo está perfectamente capacitado para soportarlo y al final ese miedo hace que nuestros partos sean más dolorosos. Pensemos en la cantidad de hijos que tenían nuestras abuelas y bisabuelas, y ellas no disfrutaban de las atenciones que tenemos hoy en día. Afrontaban el parto como lo que es, algo totalmente natural.

Si nos olvidamos del dolor y pensamos en lo que realmente importa, en que por fin vamos a conocer a nuestro chiquitín, estaremos dando el primer paso para que todo vaya lo mejor posible.

No voy a decirte que no te pongas la epidural ni muchísimo menos, esa es una decisión que debes tomar tú. Si no tiene muy claro lo que quieres hacer te recomiendo que tengas todo preparado. Habla con tu anestesista, hazte las pruebas que sean necesarias y ten los papeles listos y firmados. Espera a tomar la decisión en el momento, dependiendo de cómo se presente el parto y de lo doloroso que te resulte.




Independientemente de que vayas o no a utilizarla es muy importante que aprendas a relajarte. Ve a clases preparto o practica alguna técnica de relajación. Por mi experiencia puedo asegurar que cuanto más relajada estés más rápida será la dilatación y mucho más llevaderas las contracciones. Si estamos tensas el dolor se hace insoportable.

Aprender a concentrarte en tu respiración te ayudará a evadirte un poco y no prestar tanta atención al dolor. Te aseguro que la relajación es la mejor analgesia que pueden ofrecerte, es gratis y sin efectos secundarios. 





viernes, 21 de septiembre de 2012

Primer contacto con el recién nacido






Y llegó el momento que tanto deseabas, el momento de oír a tu bebé llorar por primera vez y ver su carita. Llevas nueve meses soñando con este momento, imaginando cómo será ese primer contacto piel a piel.

Por fin lo tienes ahí, ante tus ojos, cubierto aún por la capa de grasa que protegía su piel dentro de tu vientre, coloradito por el esfuerzo del parto, temblando por el cambio tan brusco de temperatura que ha sufrido, asustado por los ruidos y luces del exterior… Sí, es tu hijo, tu bebé recién nacido, ese ser que has llevado en tu interior y, que a partir de ahora, te acompañará en el complejo y gratificante camino de aprender a ser madre.

Te aconsejo que no idealices este primer contacto. Es posible que te enamores de tu niño nada más verlo, pero también es posible que no sea así, que mires a ese chiquitín y te sientas extraña, como si a pesar de tenerlo ante ti no terminaras de creerte que realmente eres madre. Yo, personalmente, he pasado por las dos experiencias.

No te sientas culpable por ello ni se te ocurra pensar que no lo quieres lo suficiente. El parto es un proceso agotador, tanto a nivel físico como emocional. No eres una mala madre, simplemente estás cansada. Te sorprenderá tu cambio de actitud cuando hayas reposado un poco.

Sea como sea tu primera reacción tras el parto al ver a tu recién nacido ten por seguro que es un momento que se grabará a fuego en tu memoria. Aquel dicho de las abuelas de que todo se olvida al ver su carita no es más que un tópico, pero de lo que puedes estar segura es de que volvería a pasar de nuevo por todo lo que acabas de pasar una y mil veces.


jueves, 6 de septiembre de 2012

Síntomas del embarazo, tercer trimestre.







Esta última etapa del embarazo suele hacerse un poco pesada. Por un lado tienes tantas ganas de conocer a tu bebé que no ves llegar el día en que nazca y por otro el volumen de tu panza empieza a resultarte incómodo . El embarazo se te está pasando rapidísimo y en cambio parece que no va a terminar nunca.

Llegado este momento tu hijo ya está prácticamente formado, los dos últimos meses los dedicará principalmente a engordar. Aún así es mejor que siga abrigadito dentro de su vientre hasta que llegue el momento, su organismo todavía no es lo suficiente maduro.

Como te decía, ahora el principal problema lo genera el tamaño que va alcanzando tu chiquitín. Veamos cuales serán los síntomas en este trimestre:

-          Es fácil que las piernas se te hinchen, sobre todo si pasas mucho tiempo de pie. Y si el final de tu embarazo coincide en los meses de verano todavía más. La causa que lo provoca es que tus venas están presionadas por el volumen de tu barriga, lo que entorpece el retorno venoso.

Siempre que puedas pon las piernas en alto, poniendo un cojín bajo tus pies cuando estás en el sofá, por ejemplo.

Siempre que puedas mueve tus pies girándolos sobre los tobillos, de izquierda a derecha y de derecha a izquierda.

Una ducha de agua fresca con la manguera de la ducha también te vendrá bien.






-          Quizá hasta ahora no hayas tenido ardor de estómago, y si lo has tenido puede que empeore. Nuestro pobre estómago está tan presionado que acabamos teniendo reflujo esofágico, es decir, que los jugos gástricos llegan hasta el esófago produciendo la molesta sensación de quemazón.

Evita las comidas demasiado pesadas, come varias veces al día en pequeña cantidad para que tu estómago no quede demasiado lleno e intenta dormir un poco incorporada colocando un cojín bajo tu espalda.

-          A estas alturas de embarazo el dolor de espalda no te perdonará. A parte del enorme peso que llevas colgando de tu cuerpo está el que nuestra columna se arquea para intentar mantener el equilibrio.

Ponerte calor te vendrá fenomenal. Yo tengo una mantita lumbar y la utilizaba muchísimo.

-          Si hasta ahora ibas al baño con frecuencia imagínate ahora que tu hijo te patea la vejiga.

-          Normalmente en esta etapa resulta difícil dormir, principalmente porque no encuentras una postura en la que te encuentres lo suficientemente cómoda. Si puedes intenta echar una cabezadita durante el día, te vendrá bien descansar.

-          No te preocupes si en ocasiones parece que te cuesta respirar. Tus pulmones, al igual que ocurre con la vejiga y el estómago, están cada vez más presionados. Tu pequeñín necesita ya mucho espacio.


Venga, un empujoncito más. Estos meses, como te decía al principio, se hacen un poco pesados, pero cada vez queda menos para el gran día.